viernes, 4 de octubre de 2013

Francisquismo reformista

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El triunfalismo juanpablista tapaba y disimulaba la grave realidad de una iglesia enferma, débil, estragada por los excesos post-conciliares. Aunque JP2º aparecía en formato quasi heróico, la voluntariosa personalidad del Papa Wojtyla no se correspondía con la debilidad del cuerpo eclesial, languideciente, con mil heridas. El juanpablismo no sanó aquellos males. Quizá porque, en parte, se negaba lo evidente, el malestar generalizado.

Benedicto, desde el principio, se hizo cargo de aquella grave situación. Sus remedios fueron sabios, pero sin efecto porque el enfermo se resistía al tratamiento. Un cuadro clínico quasi psiquiátrico: El paciente no asumía su enfermedad, no tomaba la medicación y abominaba del docto terapeuta que le diagnosticaba y recetaba.

Ahora PP Franciscus reduplica el entusiasmo desplegando un inmenso telón sobre el escenario, que no se ve. El francisquismo ha encandilado al mundo, que aplaude ante el telón e ignora el escenario que hay detrás.

La inciativa de PP Franciscus es tecnócrata, parece ser: Nuevas ordenanzas, nuevos reglamentos, nuevo organigrama, nuevos gestores, nuevas formas de comunicar.

Eso ha dicho Lombardi, que la Pastor Bonus se ha quedado obsoleta, que el parto de los montes del G8 francisquista será una nueva constitución que creará una nueva burocracia vaticana, sin monseñores: Ahora vendrán gente corriente, seglares y...seglaras. Chicos de oficina y master, chicas de peli (la Chauqui esa, por ejemplo). Caducarán en breve los solideos y el paonazzo, llega el tiempo de las corbatas para ellos y el tacón aguja para ellas, pisando fuerte en los salones vaticanos.

El cataclismo del neo-programa puede ser de los que necesitan luego 50 años para recomponer el desastre. Otra cincuentena.

Sabemos - no somos bobo-neocones - que los tiempos son recios y la tempestad arrecia. Somos conscientes. Conviene recordarle a los ilusos (¡no se olvide!) que por los pecados del tiempo que el mundo fomenta, por nuestros pecados y nuestros pecadores, el Papa Benedicto estuvo a punto de verse ante un tribunal, porque el mundo lo quería ver juzgado y condenado. Cuánto pesó este y otros pormenores en el cónclave de Marzo no sé calibrarlo, pero sé que contó.

¿Eso explicaría la elección de Bergoglio, un estilo nuevo, en sintonía con la actualidad, una mano nueva al timón para afrontar una amenaza global? Quizá esa fuera una parte de la clave de aquel cónclave.

Seis meses de entusiasmo van despejando cuestiones, desvelando tendencias, trazando líneas. Y suscitando inquietudes. Y perplejidades.

Los males del alma no se curan con técnicas de empresa.

Lo enfermo de la Iglesia no son las curias, el daño es más hondo.

Si PP Franciscus no lo ve, incubará monstruos que le devorarán. Quizá sobreviva el aclamado Francisco, pero el Papa perecerá.

¿Son nuevos tiempos? No: Son viejos males, de hace 50 años, que ahora parece que se quieren tratar con tecnocratismos y personal seglar.


+T.