martes, 27 de abril de 2010

La novedad del Consejo para la Nueva Evangelizacion


Cuando lo leí, no recibí como buena nueva el anuncio de la creación del Consejo para la Nueva Evangelización. Me ha sonado al tópico político-parlamentario de crear comisiones cuando un asunto no está claro en la intención y las prospectivas, y se elige la salida de formar una comisión de estudio.

Mucho menos me ha gustado saber que monseñor Rino Fisichella será el capo de la nueva institución. Si en el Pontificado - ¡5 años! - de Benedicto XVI se han ido perfilando varios frentes de oposición-resistencia, uno de los más característicos es el italiano, con prelados de la Curia Vaticana y prelados de la CEI desmarcándose más o menos abiertamente de la línea trazada por el Papa Benedicto, a veces con personalismos bastante acusados, o con apoyaturas en los medios e incluso en la turbia selva de la política italiana.

La Curia Vaticana, luego del período de "abandono" que supusieron los años de Juan Pablo II, es al dia de hoy un reducto "montiniano". Quiero decir que son los prelados de estilo y gustos ambientados en los años del inmediato post-concilio quienes ostentan los puestos principales, claves a veces, de la Curia. Hasta la impronta física, el "aire" de Salvatorino Fisichella me evoca aires montinianos, los más equívocos.

Por otra parte, no entiendo bien el concepto "nueva evangelización". Lo imagino un recurso más bien vacio, poco consistente, una idea con mucho nombre pero poca entidad. Si hay que rastrearla como tal en los documentos de Juan Pablo II, cuando aparece, da la impresión de que se trata de una búsqueda del Grial del pasado perdido, que se pretende re-encontrar corriendo hacia adelante. Si el sentido de la búsqueda fuera un circuito, quizá se llegara al punto donde se perdió (o se abandonó), pero si la trayectoria no está definida en ese sentido, avanzar - entiendo - será perderse más y más lejos.

¿Qué es "nueva evangelización"? ¿Es insistir más en las novedades post-conciliares, tan errabundas, tan desestructurantes, tan descatolizantes? ¿Cuales serían los agentes de la "nueva evangelización", quienes serán sus gestores, con qué efectivos se cuenta?

Cuando la crisis de la Reforma Protestante, la fuerza de choque articulada desde Roma resultó formidable: Nuevas congregaciones dedicadas a la evangelización, la enseñanza y la caridad. El estilo de la Compañía de Jesús se impuso tan eficazmente que el gran historiógrafo alemán (protestante) Leopold Ranke reconoce que la movilización formidable de Pedro Canisio estuvo a punto de arruinar la obra de Lutero y los reformadores, consiguiendo "reconquistar" gran parte de lo perdido y consolidar lo que peligraba hasta mantener en Alemania un status católico que parecía inimaginable, dada la extensión de la crisis protestante y sus avances. Ahora, en esta crisis, ¿con qué fuerzas cuenta la Roma que pretende la "nueva evangelización?

En los años de Juan Pablo II, algunos soñaron con que los Legionarios de Cristo fueran los sustitutos de la Compañía de Jesús y los pioneros cualificados de esa "nueva evangelización". Desgraciadamente, aquella ilusión fue un espejismo que parece haberse arruinado de la peor y más estrepitosa manera. Al dia, no sé pronosticar si de los restos del patético desastre podrá aprovecharse algo, quedar algún resto regenerable y bien dispuesto.

El Opus Dei del 2010 está muy lejos del entusiasta y arrollador apostolado en medios universitarios y élites sociales que caracterizó su empuje entre los años 1940-80. El escenario dentro y fuera de España ha cambiado notablemente, y la ola de fin de siglo se ha llevado por delante a muchos de los socios numerarios y agregados de la Obra. Ahora se piensa más en afianzar cuarteles que extender conquistas. Los pragmáticos han ocupado el sillón de los soñadores, diría yo.

Comunión y Liberación ha demostrado ser un invento de limitadísimos logros, tan marcado por su "italianeidad" original que resulta ser practicamente inexportable más allá de las fronteras italianas; incluso yo diría que tiene sus propios límites dentro de la misma Italia.

Las Comunidades Neocatecumenales están todavía en período de constitución-reconstitución, marcadas por la personalidad carismática de su fundador y lastrada por los carismáticos caciquismos locales, problema cada vez más acusado que ignoro cómo se irá despejando. El "reciclaje" interno de los miembros probados, los que han completado el "camino" neocatecumenal, es otra incognita que no veo resuelta. Y una marcada tendencia autosuficiente, que hace a las comunidades elementos autónomos, independientes de hecho dentro de las estructuras diocesanas y parroquiales.

Finalmente están los grupos/sectores tradicionalistas, cada vez más decididos, animados y convencidos. Una fuerza que ya no se puede obviar y que tiende a confirmarse, con perspectivas de crecimiento bien fundamentadas.

Con las órdenes y congregaciones religiosas no se puede contar, porque muchas están en trance de desaparición, prácticamente, sumidas en crisis de identidades perdidas y decrepitudes en avance. Las demás, si logran mantenerse y llegar al siglo XXII, ya será una victoria. No están para empresas de re-evangelización porque necesitan ellas mismas una urgente reconstitución.

En suma, yo diría que el dicasterio de próxima erección, con un prelado presidente todavía expuesto a los comentarios de una embarazosa polémica que le ha desacreditado muy desfavorablemente, es apenas nada. Imagino que no tendrá nada que ver con la gran estructura de Propaganda Fide, concebida en el siglo XVII, entre otros fines, para re-evangelizar a la Europa perdida para el Catolicismo. Me pregunto si se concibe la nueva organización curial de "nueva evangelización" como una reedición de la magnífica Propaganda Fide, puesto que el concepto "nueva evangelización" no abarca, en principio, todo el amplio mundo misional, sino que se circunscribe más propiamente a la re-evangelización de Europa y el "primer mundo", el Occidente post-moderno y su entorno.

El desafío de Juan Pablo II, su quasi lema "Europa vuelve a ser tú misma, reconoce tus raíces", siempre me pareció relativamente iluso, incluso absurdo desde el punto de vista de ser una propuesta hecha desde una Iglesia que no era capaz de reconocerse suficientemente a sí misma en su identidad católica, tan devaluada y difuminada como consecuencia del post-concilio. Sin una sólida identidad interna, nunca se podrá emprender una válida tarea de re-evangelización, que no puede ser sino una gran renovación de la propia identidad católica.

Personalmente no me figuro a Fisichella arbitrando una pan-pastoral con proyectos de re-conversión católica para Austria y su equívoca jerarquía, para la Alemania y su confusa jerarquía, para Francia y sus conflictos, para Holanda y su espectral catolicismo, para nuestra España y nuestra mediocre, perpleja e hiper-politizada vida eclesial. Y para la Irlanda vampirizada por el golpe pederastista; y para los EEUU enredados en un totum revolutum que desgasta internamente su gran potencial religioso.


¿Un montiniano monseñor de currículum curialesco, Rino Fisichella, para inaugurar la "nueva evangelización? ¿Un "monsignore alla romana" para hacerse cargo del sueño de un pontificado que pasó hace cinco años y que parece pasó hace un siglo?

He pensado que quiza sea una forma más del promoveatur ut removeatur, que para sacar de escena a Fisichella le montan un dicasterio...Pero me parece excesivo el recurso, un dicasterio no es un kiosko de chucherías, que se abre en una esquina. También me parece cantado que con el dicasterio le venga el cardenalato al monsignore, elegante, pulido, versátil. Un peligroso más.

Un amigo me preguntaba que si tan "negativo" era Fisichella. Yo le dije que no, que tiene en su haber ser uno de los pocos obispos que se ha adherido al Motu Proprio Summorum Pontificum y ha celebrado públicamente la Misa tradicional, la de siempre, y hasta celebró unas ordenaciones sagradas de sacerdotes del ICRSS. Pero seguidamente le dije a mi amigo que estos prelados "todoterreno", me resultan inquietantes, mucho.

Así y todo me ha abierto la expectación el anuncio de la creación del Dicasterio para la Nueva Evangelización, porque no sé, verdaderamente, por dónde y cómo pueda salir este toro a la plaza (con su torero, también nuevo (y hasta la plaza, nueva también))).

Yo digo (me repito mucho) que estos que nos han tocado son tiempos para laborar ad intra, intensamente, y no disiparse ad extra, inutilmente. Yo no soy profeta, yo no soy un prognosticador contrastado. Pero tampoco soy un iluso, ni digo despropósitos.

Y también comento las ganas que tengo de que se finiquiten de una vez las novedades, los noveleros y las novelerías. Me parece que ya es tiempo de comprender que renovar no es inventar.

Oremus!


+T.